Mes: diciembre 2020
-
Pereza, pecado de juventud
Tumbado en la cama, contemplando el profundo techo, se me vino a la mente aquella escena que contaba nuestro Unamuno allá por el año 1927, en Hendaya, Francia, en la misma postura que me encontraba yo, con los ojos clavados en lo mismo. «Soñando en el porvenir de España y el mío» que escribía… A día de hoy uno se puede hacer la misma pregunta, si es que no debe hacérsela. Se podría cambiar ese “España” por “el mundo”, dándole el placer a todos aquellos globalistas que creen que la civilización es la misma en cualquier lugar al que apunten; pero España no dejará nunca de ser un lugar extremadamente particular. No obstante, entre tanto pensar, la duda estaba desde el primer momento resuelta, el problema y su solución estaban delante desde el principio: ¿Qué diantres hacía yo en la cama un día de diario en plena tarde? Pues, de no ser por mis azarosos pensamientos, que lograron llevarme a un lugar más productivo, mi conciencia llevaba al menos media hora perdida en constantes chutes de dopamina, de aquellos que cualquier aparato a día de hoy es capaz de proporcionar al instante.
-
Breve introducción a Hegel
Llegó el momento de hablar de Hegel, el gran filósofo alemán que tanto ha influenciado, para bien o para mal, la historia de la filosofía. Hegel es el gran odiado y admirado de la historia del pensamiento. Es, sin lugar a duda, el pensador que siempre más me ha interesado, pero, a su vez, en el que menos me he atrevido a indagar. Cualquier filósofo advierte de la clara dificultad de su obra, aunque son también muchos los que aseguran que no es una cuestión de dificultad, sino de sentido común. Ludwig Von Mises dijo en una de sus conferencias que en cada obra de Hegel debería venir una advertencia al lector que le avisara de que “La lectura de esta obra puede perjudicar a su salud mental”. Por otro lado, uno de los filósofos españoles que más repercusión han tenido en el proyecto de La Tertulia, estoy hablando de nuestro querido y estimado Don Antonio Escohotado, señaló en una de sus entrevistas que no existía un mejor prosista que el recién atacado Hegel. Es más, el propio Escohotado acaba por definir a Hegel como un “referente intelectual”, dejando clara su enorme filia hacia el pensador alemán, del que tanto bebe y tanto ha recogido. Sin embargo, dando otra vuelta del revés, Karl Popper le definirá como una suerte de “impostor intelectual”, señalando que «Hay todavía quienes creen en la sinceridad de Hegel o quienes dudan si su secreta fuerza no residirá en la profundidad, en la plenitud del pensamiento, más que en su ausencia total». ¿Cómo se explica esto? ¿Cómo es posible que la magnífica razón de estos hombres acabase por tener opiniones tan dispares acerca de una misma obra?
-
Necesitamos idealismo
Hace unos meses leí uno de los clásicos de la filosofía política, El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Todo lector interesado por la filosofía política ha encontrado este libro entre las recomendaciones de la gente, junto a otros clásicos como Leviatán de Hobbes o El contrato social de Rousseau. Mis impresiones no fueron buenas, sin llegar a ser malas. El breve libro del italiano me dejo con un sabor agridulce, sin dejar de parecerme un buen libro, pues sin considerarla una lectura amena ni coincidir en sus ideas, no dejó de generarme preguntas; y eso es al final lo que debe tener un buen libro, pues lo importante de una obra no es tanto su forma o capacidad de entretener, sino no estar vacío, debe tener un mensaje y suscitar interesantes reflexiones.
-
Esencia y misión del arte
¿Sobre qué escribe un alma conforme? En un momento de indiferencia, la duda no paró de molestarme. Pensé en todo el supuesto arte que nos rodea, y fue inevitable preguntarme por su esencia. Evidentemente, una cuestión así -me decía- no puede ser resuelta sin saber lo que realmente entendemos por “conformidad”, pero ante tal respuesta, una nube de pesadez acabó por atormentar mi corazón, aburrido de tanta filosofía y búsqueda de la verdad absoluta. Al final un buen ensayo, que no tratado, calma más el alma de lo que la razón intriga. Es por eso que me dispongo a encarar el tema de este texto desde la máxima humildad, sin pretender en ningún momento sostener que mis palabras se defiendan por argumentos de gran dureza. Simplemente, pretendo desde el placer de la escritura, y el disfrute de su lectura, que tanto busco, llevar a cabo una conversación amena, en la que debatir sobre la esencia del arte. Un arte que es exclusivamente sentimental.