Necesitamos idealismo

Sobre El Príncipe de Nicolás Maquiavelo

« Lo bueno del idealismo es que, al ver los fallos del sistema, sueña con cambiarlos y no se limita a aceptarlos«

Hace unos meses leí uno de los clásicos de la filosofía política, El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Todo lector interesado por la filosofía política ha encontrado este libro entre las recomendaciones de la gente, junto a otros clásicos como Leviatán de Hobbes o El contrato social de Rousseau. Mis impresiones no fueron buenas, sin llegar a ser malas. El breve libro del italiano me dejo con un sabor agridulce, sin dejar de parecerme un buen libro, pues sin considerarla una lectura amena ni coincidir en sus ideas, no dejó de generarme preguntas; y eso es al final lo que debe tener un buen libro, pues lo importante de una obra no es tanto su forma o capacidad de entretener, sino no estar vacío, debe tener un mensaje y suscitar interesantes reflexiones.

El Príncipe es un tratado de estilo espejo de príncipes, que nace con la finalidad de instruir a Lorenzo de Médici, recordado como “el Magnífico”, quien Maquiavelo considera capaz de unificar Italia y sacarla de la crisis en la que se encontraba. Para enseñar a este como debe ser y actuar un buen jefe de estado, el autor da una serie de consejos, basados en acontecimientos o figuras históricas, entre otros, pone como modelo a seguir a la Casa de Borgia o el mismo Fernando el católico. Esto último tiene sus ventajas e inconvenientes, por un lado, asegura un mejor análisis reforzando su tesis, ya que cada uno de sus consejos está refutado por más de un ejemplo históricos, pero es lo que considero que hace a la obra poco amena, e incluso repetitiva, ya que pasa más tiempo recordando a viejos príncipes que dando lecciones. También considero necesario destacar su antigüedad, fue publicada en 1531 lo que la hace una obra en cierto modo anticuada, ya que se centra mucho en el sistema del momento y actualmente la política no va tanto de nobles, guerras y súbditos, como de oratoria, promesas y favores. No obstante, esto de ningún modo le quita valor al libro, solo complica la capacidad de sustracción de ideas del mismo, al no estar las ideas de la forma tan directa como lo estaban para su época, ahora debemos aplicarlo a situaciones actuales, en mi caso me fue sencillo aplicarlo en la política actual, lo cual, teniendo en cuenta sus ideas, parece algo bastante revelador, también he oído que es una obra muy leída por los empresarios, por la importancia del poder en el mundo de los negocios.

Pasemos a lo interesante, sus ideas. Este opúsculo pertenece a la doctrina del realismo político. Se aleja de buscar sociedades utópicas o sistemas ideales, cuestión en la que profundizaré más tarde; él se limitará a decir como se ha de llevar una ciudad de la manera correcta basándose en su concepción del ser humano y su interpretación de la historia; más que un libro de teoría política, se puede considerar un manual práctico para aquellas personas que quieran conseguir y mantener el poder. Los ideales en él escritos se resumen bien en la famosa frase que, de manera incorrecta, se suele atribuir al autor: “El fin justifica los medios”. Un dato curioso es que esta cita no es suya, ni tampoco de Napoleón Bonaparte como otros consideran, sino de un teólogo alemán, Hermmann Busenbaum, (según indican la mayoría de los expertos e historiadores), que la escribió en un texto latín: “Medulla theologiae moralis” y la traducción literal de la frase es: “Cuando el fin es lícito, también lo son los medios”. La tesis principal del libro es que el gobernador debe cumplir su objetivo real, el que todo político debe tener: mantener el poder; pero el autor se da cuenta de que muchas veces las acciones necesarias para este fin son contrarias a la moral, pero añade “La política no tiene relación con la moral”, por lo que no considera esto un impedimento, sino algo de sentido común que debemos aceptar, en consecuencia, expone numerosas estrategias políticas sin importar la moral de estas. Lejos de compartir su tesis debo de aceptar el razonamiento de este, que es correcto desde su perspectiva de la política y el hombre, Maquiavelo no ve al hombre como un ser bondadoso, como bien nos dice el mismo: “El hombre es malo por naturaleza, a menos que le precisen a ser bueno”, pero porque la historia, que bien expone en su obra, así se lo ha demostrado, por tanto, deja de querer cambiar esto y se preocupa en cómo llevar bien un estado teniendo en cuenta esto. Derriba los ideales de algunos filósofos clásicos, como Aristóteles, echándoles un jarro de agua fría, como vulgarmente se suele decir, les bajó de las nubes y les puso los pies en la tierra, les desgarró sus sueños e ideales y les dijo, así es el hombre, aceptarlo, y pensar en consecuencia. Para terminar, una frase que creo que auna bien las ideas de este autor y quiero destacar:

“Cualquier hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará yendo a la ruina entre la gran cantidad de hombres que no lo son. Por lo tanto, un príncipe que quiera conservar su autoridad deberá aprender a no ser bueno y usar ese conocimiento, o prescindir de su uso, según las necesidades que se presenten”

Pero realmente, ¿la política no tiene nada que ver con la moral? Seamos conscientes de las consecuencias de separar ambas cosas. Según esto los campos de reeducación chinos deben aceptarse por malos que nos parezcan, pues son necesarios para imponer los ideales del régimen y censurar los contrarios, manteniendo así el poder; los presos políticos son aceptables pues a fin de cuentas solo acaban con la oposición, quien está amenazando el mantenimiento del poder; las guerras, aunque malas, se debe entender como algo necesario en la política, pues solo buscan más poder, o mantener el que ya se tiene. Podría seguir dando ejemplos del estilo y convertir este breve ensayo en un texto de más de 10 páginas, no obstante, creo que la idea que intento transmitir se entiende. No, el fin no justifica los medios ni la política se entiende sin moral. Las acciones de los gobernadores deben ceñirse a lo que se entiende a la buena conducta, a una correcta moral. De lo contrario el pueblo viviría una tiranía, que, aunque supieran que es mala deberían aceptar porque así es la política. Otra cosa que me gustaría criticar de la postura maquiavélica es su visión del poder, para Maquiavelo el poder es el último fin del político, el verdadero objetivo, pero esto no es verdad, el poder se debe de ver como un medio para conseguir el verdadero objetivo que es cambiar las cosas.

Por otro lado, me gustaría compartir una pequeña reflexión sobre el debate entre realismo e idealismo. El realismo aplicando el pragmatismo y, nunca mejor dicho, siendo realistas, nos daremos cuenta de que es en gran medida más factible que el idealismo. Esto se debe a que el análisis de la sociedad por parte de sus autores como puede ser el análisis que hace Maquiavelo, es riguroso y fundamentado en numerosos ejemplos, no obstante, a mi parecer son poco optimistas. Ven en el hombre un ser invariable moralmente, y esto provoca un estancamiento, ya que el hombre ha cambiado cuando ha creído que podría hacerlo, si nos limitamos a un simple análisis y no alentamos el cambio, nunca cambiará. Lo bueno del idealismo es que, al ver los fallos del sistema, sueña con cambiarlos y no se limita a aceptarlos. Ninguno nos llevará a ser perfectos, pero mientras uno tira la toalla y acepta que hay gente contraria a la moral y crea un sistema teniendo en cuenta esto, otro se cree capaz de convertir a esta gente en gente de correcta moral. Donde Maquiavelo ve hombres malos que siempre pisaran al bueno, los idealistas vemos todo hombres capaces de ser buenos. Si todos siguieran los ideales maquiavélicos, la sociedad sería verdaderamente mala e interesada. En cambio, si todos siguiéramos ideales, al final, sin llegar a ser perfectos, seríamos mejores. Un ejemplo de mentalidad idealista es Martin Luther King. Hay quien en su época vería la sociedad y diría, sí, es injusto el trato a las personas negras, pero así es el hombre, no va a cambiar; este pensamiento me parece que es la consecuencia de aplicar la mentalidad realista y de esta manera el sistema se estancaba manteniendo, en este caso, la discriminación racial. No obstante, Martin Luther King no se resignó, y alzó la voz con su famoso “I have a dream”, el mismo nos lo dice: tenía un sueño. Soñaba con un sistema en el que no hubiera discriminación, algo impensable analizando la sociedad del momento, pero él soñó con cambiarlo. Su sueño alentó a las masas a cambiar este problema. Igual hoy no podemos decir que no exista la discriminación, pero sí ha habido un cambio.

Por consiguiente y para finalizar este ensayo, tertulianos, necesitamos idealismo para convertirnos cada vez en una mejor sociedad, rozando así poco a poco la perfección, no nos resignemos, soñemos con cambiar las cosas, de lo contrario aseguraremos que siempre se mantendrán incorrectas.

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